sábado, 25 de julio de 2009

Shade, el hombre cambiante, de Peter Milligan







Hablar de Shade el hombre cambiante no es fácil, así que iré por partes.

Se trata de una serie perteneciente al sello Vértigo de DC Comics, basada en un personaje creado por Steve Ditko y adaptado para ésta por Peter Milligan, autor británico que se mantuvo encargado del guión a lo largo de los setenta números que vieron la luz antes de que la serie fuera cancelada. En el apartado gráfico muchos fueron los artistas que pasaron por sus páginas, siendo posiblemente el más destacado de ellos Chris Bachalo.Publicada entre 1990 y 1996 en Yankilandia, en nuestro país Planeta ha acabado por editarla de forma íntegra en 17 tomos, todavía disponibles.

Shade nació en plena época dorada del sello Vertigo, conviviendo junto a series que le arrebataron gran parte de la atención del fandom; series como Sandman, de Neil Gaiman o Preacher, de Garth Ennis. Curiosamente en nuestro país ha sucedido algo paralelo, ya que mientras que Sandman o Predicador eran publicadas por entero e incluso gozaban de varias ediciones, Shade sólo merecía dos prestigios Zinco hasta su relativamente reciente edición íntegra a cargo de Planeta. ¿Puede explicarse esta desigual atención por parte de editores y aficionados? Quizás su premisa argumental aporte información al respecto:

Shade es un joven poeta romántico que es enviado a la Tierra para poner freno a una oleada de locura que amenaza no sólo a este planeta sino también a la dimensión de donde nuestro protagonista proviene, llamada Meta. Para llevar a cabo su arriesgada misión, Shade cuenta con un chaleco de locura con el que puede moldear la realidad a su antojo.
Desafortunadamente las cosas no le resultarán fáciles. Su cuerpo físico muere al poco de caer en una dimensión intermedia entre Meta y la Tierra, llamada el Área de Locura, y por lo que respecta a su mente ésta va a parar al cuerpo de un asesino, Roy Drezner, recientemente ejecutado en la silla eléctrica por haber asesinado a sangre fría a los padres de Kathy, una joven de la que Shade acaba enamorándose y cuyas facultades mentales están seriamente perturbadas desde el día que descubrió los cadáveres de sus padres y presenció cómo su novio afroamericano era abatido por la policía en un malentendido donde el racismo sureño tuvo buena parte de culpa.


Sí, en efecto. Rocambolesco. Surrealista.
Pero no os dejéis llevar a engaño. Aunque la locura, la irracionalidad y un discurso surrelista ocupan siempre un primer plano en la vida cotidiana de Shade, la serie trata fundamentalmente de un tema que obsesiona a Milligan especialmente y que no es otro que el de la identidad personal. ¿Quiénes somos? ¿Cómo definirnos? ¿Llegamos realmente a conocernos? ¿Cómo nos afecta el cambio?
A pesar de que la Shade presenta unos orígenes que residen en el género superheroico es en manos de Milligan cuando la serie cederá un protagonismo indiscutible a la definición y la caracterización de los personajes, características éstas quienes se constituyen como las responsables de articular las distintas líneas argumentales. Y es que Shade el hombre cambiante es una serie de Personajes. Sí, con mayúscula.
Aquí Shade es el centro indiscutible. Y lo de "cambiante" no es gratuito, ni mucho menos, ya que el protagonista se encuentra en un constante desarrollo psicológico y personal que se concreta en diversas manifestaciones que conllevan transformaciones de índole física explicables por sus aptitudes a la hora de modificar la realidad. Cinco serán los Shades que veremos pasar por las páginas de la serie y que necesariamente confieren a la historia un dinamismo inusual respecto a otras colecciones adscribibles al sello Vertigo.


Sin embargo no sólo Shade atrae el interés del lector ocasional. De hecho en más de una ocasión Milligan hace todo lo posible por que sintamos antipatía e incluso repulsión por los actos del personaje, en consonancia con sus cambios de personalidad. Pero ahí es donde entran los secundarios que acompañan a Shade en su búsqueda particular, referida a la comprensión de la naturaleza de la locura. Y son los personajes secundarios quienes, aun en la extrañeza que se supone a cualquiera con la valentía o la inconsciencia de hollar los desconocidos senderos por los que transita nuestro protagonista, acaban por ganarse un lugar en nuestros corazones, ya que es en ellos donde quizás el lector tiene más fácil sentirse identificado en tanto que sus problemas son los que éste ha tenido, tiene o espera tener algún día. En esta galería de personajes estaría Kathy, de la que ya he hablado un poco más arriba; Lenny, una joven bohemia, bisexual, amoral y con un gran ingenio; Shimmy, un joven que se define a sí mismo como una obra de arte viviente; Pandora, quien parece personificar al personaje mitológico sólo que adaptándolo a la realidad norteamericana de los noventa; y otros varios de los que prefiero no hablar a fin de no espoilearos la historia.



John Constantine apareció en la serie (Milligan no podía ocultar su interés por un personaje y una serie que actualmente guioniza en los USA)



Bien, sigamos con el amplio espectro temático que intenta abarcar la serie.
Para empezar y como telón de fondo tenemos a la Norteamérica de principios de los noventa. Con ella, la iconografía al uso, donde la carretera detenta un papel importante unido a la idea de libertad. Todavía se perciben trazas del espíritu fronterizo del XIX. El Sueño Americano ahogado en sangre y corrupción.
Ya hemos calentado motores.
Descendamos al hombre. La personalidad y sus elementos constitutivos. El yo y los otros. Lo extraño. La moral. La amistad. El sexo. La violencia. Conflicto entre lo racional y lo irracional. La imaginación. La creatividad. El Arte y el artista. La vida y la muerte. Ciclos vitales: infancia, adolescencia, madurez, vejez.

¿Algo más? Seguro que sí. Con todo ésto me gustaría que os hiciérais una idea de la complejidad temática que presenta la obra. No es mero entretenimiento. No es simple evasión. Primero requiere que el lector se esfuerce en entrar en el juego de Milligan, que se deje arrastrar por el envoltorio y la dinámica surrealistas de la historia. Una vez aquel se sumerje en la corriente de locura, la misma que lleva al protagonista a ignotas regiones del inconsciente colectivo, todo es cuesta abajo, si bien continuamente el lector caerá en reflexiones en torno a algunos temas cuya sola presencia ya es digna de mención en la medida de que no suele ser habitual incluso en obras dirigidas a un público más adulto como fueron y son las englobadas en el sello Vertigo.

Con ésto no quiero decir que sea difícil leer Shade. Puede costar un poquito al principio, pero incluso en la más rocambolesca de las tramas Milligan pone de su parte al final de cada una para explicarnos de qué iba todo en realidad. Este hecho junto a que constantemente nos recuerdan los cambios recientes por los que han pasado los distintos personajes hacen que la serie sea accesible.

Setenta números pueden parecer muchos (de hecho lo son), y ha de reconocerse que la serie no consigue mantener la atención del lector de forma constante. El ritmo es excelente hasta el número cincuenta, para a continuación decaer y, en los últimos números volver a remontar. ¿A qué puede deberse el bajón? Parece que aquí Milligan, aun introduciendo personajes sin los cuales no se podría entender una parte sustancial del personaje principal y de la historia en general, alargó subtramas apenas relevantes para el conjunto, estirando una premisa básica que hasta el momento había funcionado muy bien. En pocas palabras, empezamos a encontrarnos con paja. Y no es hasta los últimos números cuando el guionista decide plasmar sobre el papel un desenlace que bien pudiera tener esbozado desde el principio. Un final no especialmente original, pequeño de acorde al enfoque humano que prima en esta última etapa de la colección pero que, todo sea dicho de paso, le deja al lector una buena sensación.


Pasemos al apartado gráfico.
Chris Bachalo es, sin lugar a dudas, el artista a mencionar entre todos los que pasaron por las páginas de la serie. Primero porque es quien lleva a cabo un trabajo más efectivo, segundo porque es uno de los que más tiempo permaneció en la colección, y en tercer lugar porque poco tiene que ver lo que hizo para Shade con las obras que desarrollaría después. Contra su barroquismo actual Chris se muestra contenido en esta serie y, lo que es más importante, narra con bastante acierto, una habilidad que en algún momento posterior de su carrera, desafortunadamente, perdió.
Pero dejando de lado a Bachalo, uno de los puntos flacos con los que cuenta Shade es, precisamente, los lápices y/o las tintas. Algunos de sus dibujantes y entintadores, especialmente a partir de los números siguientes al cincuenta, perpetraron un trabajo que a menudo lleva al lector a preguntarse cómo se habría visto la serie de haberla encargado a otros artistas.
Mención aparte merecen las excepcionales portadas de Shade, ilustradas por autores como Brendan McCarthy, Jamie Hewlett o Duncan Fegredo.

Con todo Shade es una obra interesante y original, posiblemente una de las mejores de su guionista, Peter Milligan.

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