sábado, 25 de julio de 2009

Pinche Mundo, de Kike Benlloc y Diego Blanco


La historia que nos cuenta Pinche Mundo es la de un hombre atormentado por sus pecados que busca la redención.
El tema viene dado por una trama inicial que se enmarca dentro del género de serie negra, pero que acaba derivando en algo que no sé muy bien cómo definir, si bien encuentro algunos paralelismos con el universo onírico de ¿David Lynch?. Es más que probable que esta comparación se deba a un delirio puramente personal, y que puede ser poco afortunada, si bien no creo que sea completamente gratuita. Aparecen una serie de personajes, secundarios de escasa o ninguna relevancia en la trama, que no pueden sino definirse como singulares en su caracterización de corte surrealista. Lo extraño convive con lo real con una naturalidad pasmosa. ¿O acaso debiéramos desconfiar de la presunta objetividad de lo acaecido al protagonista? Después de todo Santiago (que es así como se llama) no se encuentra bien. Padece un trastorno mental de tipo esquizoide y se halla bajo medicación. O puede que su problemática sea una manifestación más del sentimiento de culpa que arrastra.
Lo cierto es que a veces da la sensación que todo no es más que una construcción del subconsciente de Santiago. Sus necesidades dan forma a lo que le rodea, si bien en última instancia parece que él mismo se niega sus propia redención. Encuentro esta idea interesante, ya que puede dar lugar a una interpretación cristiana de la culpa a la que invariablemente se asocia el castigo. Iconografía cristiana no falta, desde luego, con ese Día de Muertos mexicano que está presente en una escena de funesto presagio, y en cuyo transcurso Santiago rechaza una mano que le ofrece la tan ansiada redención. Quien se la tiende, el amor.
Varios son, en mi opinión, los puntos hubieran mejorado mi impresión de Pinche Mundo:
Para empezar, a mí me resultó imposible conectar con Santi; no pudo ganarse ni mi simpatía ni mi complicidad. Lo peor es que al final casi me daba igual que le pasara esto o lo otro. Y claro, algo así afectó a mi lectura del tebeo.
Por otro lado, he encontrado tanto escenas como personajes superfluos, de escasa , si no nula, aportación a la historia. Algunas de esas escenas, de hecho, en tanto que de poca significación en el desarrollo de la acción, pueden incluso cortar el ritmo de la narración. Y que conste que con esto no me estoy refiriendo a aquellas escenas que, aunque desvinculadas de la trama principal, sí que son significativas en tanto aportan un matiz informativo destacable, ya sea a nivel argumental como de ambientación (estoy pensando ahora mismo en la visita que Santi efectúa a un curandero nativo). Pero el resultado general no es, a mi juicio, satisfactorio. La historia se ve lastrada por situaciones y secundarios que no vienen a decir nada interesante (o que cuando dicen algo es un tópico) lo cual es una verdadera lástima porque la idea central en torno a la cual gira toda la acción sí que posee interés.
Y aun es más sangrante el hecho de que se den situaciones potencialmente explotables de las que no se saca provecho. Así, por ejemplo, el grupo de personas que siguen a Santi a donde quiera que va. ¿Quiénes son? O mejor, ¿qué representan? Es plausible que encarnen el concepto de culpa que corroe a Santi. Su constante, etérea presencia podría respaldar esta idea, pero ¿acaso una aclaración en torno a su identidad no ayudaría a profundizar en la caracterización del protagonista? Quizás así acabáramos por sentir algo hacia Santi.
Entre medias, el final. Un final original y sorprendente en caliente, pero que luego, al reflexionar sobre lo que hemos leído, acaba perdiendo ese carácter, porque la suya es una originalidad en relación al momento de la historia y no cosustancial. Con este palabro lo que quiero decir, (con tino o desatino debiera decirlo quien lea estas líneas, si es que todavía hay alguien leyendo) es que no esperamos semejante desenlace, si bien éste es un final que, iniciada la digestión del cómic, no tiene nada de original o novedoso.
Pero no me gustaría cerrar esta reseña dando una impresión del todo negativa. Mi reacción en parte se debe a algunas recomendaciones que había leído por ahí que habían alentado mi interés por el cómic. Líneas que hablaban, por ejemplo, de la extraordinaria caracterización del escenario en el que transcurre la acción, México. Me habréis de disculpar, pero después de leído el tebeo todavía no acabo de ver a qué se refiere esta declaración. Es más, creo que primero habría que concretar el tema de la localización: ¿Es México o su zona fronteriza con los States? Y por lo que respecta a la caracterización de ese país nunca excede en importancia o viene a destacar especialmente frente a lo verdaderamente importante, o sea, la historia.
La conclusión que me gustaría extraer es que Pinche Mundo es una especie de road movie con reminiscencias lynchianas (Lost Highway o su reciente Inland Empire) con un potencial que, desafortunadamente, no es aprovechado. Sus virtudes, entre las que incluiría una concepción gráfica coherente con el tema principal del cómic, se ven eclipsadas parcialmente por una ejecución fallida.

Pinche Mundo,
Kike Benlloch y Diego Blanco
(Polaqia
, septiembre de 2007).
76 páginas. B/N.
PVP: 9,50 euros.

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