sábado, 25 de julio de 2009

Evenfall, de Pete Stathis

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El deseo de huir de la realidad está implícito en el género fantástico. A veces la escapada viene propiciada por un evidente sentimiento de insatisfacción respecto a nuestra realidad, que puede presentar muchos matices y cuyas causas pueden ser múltiples. Contemplad el ejemplo de Sebastian, el protagonista de La historia interminable, que acaba yendo a parar a un mundo de fantasía desde una realidad definida por la tristeza en que le ha sumido la reciente muerte de su madre y el acoso que sufre en la escuela. Sirva ésto para ilustrar el caso del cómic que tengo entre manos, Evenfall, que guarda ciertas similitudes con el famoso libro de Michael Ende, aunque lo cierto es que ambas obras desarrollan un tema que ha acompañado al hombre desde que éste pasó a ser consciente de su situación y adquirió la capacidad de imaginar.
Evenfall es una serie poco conocida. Su autor, Pete Stathis, ha visto publicados dos tomos en Blue Feather Press, editorial cuya existencia desconocía y que a tenor de la poca información disponible en internet bien pudiera haber sido creada por el propio Pete para auto-editarse.
La protagonista de Evenfall es Phoebe Shankar, una joven que perdió a su madre hace nueve meses después de que un cáncer acabara con su vida. La vida de Phoebe no es fácil: No se ha recuperado de su pérdida; no le gusta su trabajo, que consiste en llevar a cabo diversas chapucillas de mantenimiento en fincas de vecinos; su vida sentimental se resiente de traumas que ha arrastrado toda su vida y que a menudo trata de mitigar con alcohol... Hasta que un día Phoebe empieza a ver y sentir cosas que le llevan a tener serios problemas para diferenciar sueño de realidad. Creyendo que todo podría solucionarse enfrentando a sus demonios particulares, algo que en su opinión pasa necesariamente por plantar cara a un turbio pasado de maltratos físicos dispensados por su madre, Phoebe acude a la tumba donde reposan sus restos. Y allí se ve arrastrada a otra realidad, un mundo de fantasía donde ella es presa de los secuaces del misterioso y cruel Rey Serpiente, que gobierna con puño de hierro en dichas tierras. Pero pronto su huida acabará convirtiéndose en una lucha por la supervivencia a la par que búsqueda de carácter existencial en tanto que tratará de arrojar un poco de luz y sentido a la que hasta el momento ha sido su vida.
Por lo comentado hasta ahora puede deducirse fácilmente que Evenfall es una serie que mezcla drama con aventura de corte fantástico. Aquí fantasía y realidad son elementos que el autor concibe como complementarios y que se hallan en evidente equilibrio.
A pesar de que la serie obedece a una concepción que no puede calificarse ni mucho menos como original sí que se le ha de reconocer que destaca entre toda la marabunta de títulos que salen a la luz cada mes en el mercado independiente norteamericano en tanto que ofrece un cómic de aventuras, entendidas éstas desde un punto de vista clásico que no está reñido con una evidente actualidad, cuyo resultado final es más que digno. Esta impresión final viene completada por una compleja caracterización de la protagonista, cuyo carisma es indiscutible, y la formulación de incógnitas que poco a poco es de esperar que se vayan desvelando, lo cual actúa de estímulo en la lectura, si bien en este aspecto hay que reconocer que el ritmo es irregular y llega a empantanarse un poco en el segundo volumen en alguna escena con la inclusión de largos textos de apoyo introspectivos. Aun así he de reconocer que tengo muchas ganas de leer el tercer y último volumen que cerrará la serie.
En el aspecto gráfico Pete Stathis evoluciona de forma palpable desde un estilo que tiene bastante de fanzine nada más comenzar el primer volumen a otro que pone en evidencia su solvencia narrativa.
En resumidas cuentas, una propuesta muy interesante que debería servir para que el lector europeo de comic norteamericano se planteara prestar un poco más de atención a los autores e iniciativas independientes dentro de un mercado donde los gigantes editoriales son quienes generalmente se llevan el gato al agua, y no siempre de forma merecida.


Para saber más:
- La página oficial del autor.
- Páginas de muestra de Evenfall : 1 2
- Evenfall resta inédita en nuestro país.

Loveless, de Brian Azzarello

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¿Por qué será que la mayor parte de ejemplos de cómics adscribibles al género del Western que consigo recordar son europeos? ¿No lo encontráis paradójico, habida cuenta de que el género tiene sus raices en Estados Unidos? De hecho, y haciendo un pequeño ejercicio de memoria (y éso en mi caso es indicador de escasa fiabilidad) ahora mismo sólo me viene a la cabeza otro ejemplo actual de una serie yanki que podríamos encuadrar dentro del Western.
Así pues, Loveless sería una excepción dentro de un panorama comiquero donde es Europa quien enarbola la bandera de un género prestado y del que me atrevería a decir que su público no destaca precisamente por su juventud (qué queréis que os diga, no concibo a un niño disfrutando de la lectura de un Blueberry, por ejemplo). La observación no es gratuíta, como se verá a continuación.
Brian Azzarello, el guionista de Loveless, ya había hecho sus pinitos dentro del género con una obra menor a la par que mediocre, que salió editada bajo el sello Vertigo, propiedad de DC, y que recibió el título de El Diablo, cuyo dibujante, Daniel Zezejl, es, curiosamente, uno de los que toman parte (junto a Marcelo Frusin, con quien Brien ya trabajó en Hellblazer, o Werther Dell'Edera) en la serie que tenemos entre manos. Según Azzarello El Diablo "plantó las semillas" para esta Loveless, también publicada dentro de Vertigo.
Azzarello retoma una iconografía que acaso bebe más del Spaghetti que del Western más clásico para contar una historia que gira en torno a la Venganza (sí, así, con mayúsculas) y que se halla ambientada en la posguerra del conflicto civil que enfrentó a unionistas y confederados, el Norte y el Sur. Un Western salvaje, cruel, quizás más cercano a la realidad que la imagen mítica que nos ha hecho llegar su producción más clásica.
La acción tiene lugar en Blackwater, un pueblo del sur, donde el recuerdo de la derrota sigue todavía vivo, nutrido por las ignominiosas condiciones impuestas por los vencedores y la sangre vertida, un escenario donde además confluye un odio racial de amplio espectro que se encuentra en la misma base de la historia norteamericana. De hecho, parece que la intención del guionista era la de llevar a cabo una ambiciosa obra que tratara escabrosos temas en torno al carácter y nacimiento de una nación, la norteamericana, relacionándolos con la propia naturaleza humana, y que conllevaba el que la narración acabase en 1940. Los últimos tres números de la colección, que se encuentran fuera de la continuidad argumental y cronológica de la primera historia narrada en la serie, vendrían a avalar el fundamento del plan original de Azzarello. Desafortunadamente Loveless no tuvo éxito y acabó siendo cancelada en su número 24.
Loveless presenta una historia simple, llana, acorde al género, pero no por ello exenta de fuerza expresiva, igualmente en consonancia con la potencia que brinda el Western. Y Azzarello se muestra especialmente hábil en esta obra, donde la violencia, cruda, detenta un papel primordial, en la línea a la cual el guionista ya nos acostumbró con su serie 100 balas, hasta la fecha su obra más ambiciosa y que más fama le ha reportado. Respecto a otros cómics europeos que tienen también al Western como referente, Azzarello utiliza un lenguaje más directo, junto a una evidente reducción de los diálogos, así como un ritmo más dinámico, características con las que estará familiarizado el lector habitual de tebeo norteamericano actual y que no sería de extrañar pudieran atraer a un público más joven.
Una entretenida lectura, a ratos sorprendente, que no creo que deje indiferente a quien se atreva con ella, que a buen seguro convencerá, y con creces, a los fans del Eastwood de la trilogía del Dólar o Deadwood y que se puede disfrutar ahora en castellano con los tres tomos publicados por Planeta.

Nocturno, el que camina con los muertos, de Tony Sandoval

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Tony Sandoval, autor del excelente El cadáver y el sofá, ha visto recientemente publicado aquí el primer álbum de su serie Nocturno, que estará compuesta de dos volúmenes.

Nocturno se adapta a la forma de un cuento fantástico cuyas páginas despiden un aroma de marcado cariz romántico y que está protagonizado por Seck, un adolescente que, huyendo del hogar de un hermano de su fallecido padre, acaba refugiándose en la paz que le proporciona ser el cantante de un grupo de heavy metal, junto a Rojo, guitarra y amigo de toda la vida, y Karen, su amor. Desafortunadamente para Seck la dicha le durará poco, cuando las envidias desaten la cólera de una banda rival y aparezca su padre muerto para sumir su joven corazón en las llamas del odio y la violencia.

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Leer Nocturno, el que camina con los muertos y proceder a una valoración es harto difícil e injusto en tanto que sólo es el primero de los dos álbumes que compondrán la serie. Como muestra, un botón: El álbum finaliza de forma abrupta, hecho susceptible de descolocar a más de un lector. La historia, por tanto, queda colgada en un cliff-hanger cuya principal virtud pasaría a residir en el establecimiento de un nexo con la forma en que comienza el álbum.
Nocturno presenta una historia que de momento se entrevé simple y que se centra en la inocencia, el amor, la envidia, la venganza y la muerte, temas de evidente alcance universal. Sin embargo, la sencillez en la concepción del argumento se hace extensible a los diálogos, ocasionalmente poco afortunados, y al desarrollo y construcción de los personajes, con la probable excepción de Seck.
Aun así, este álbum posee una innegable fuerza expresiva, explicable en buena parte a la imaginería, hasta cierto punto deudora de Lovecraft, y la narrativa que utiliza el autor:
Aquí, el espíritu del romanticismo salta a un primer plano nada más constatar la desbordante imaginación que subyace bajo algunas de las escenas con las que a buen seguro el lector podrá deleitarse cuando no alucinar directamente, y que adquieren su culmen cuando participan de la excelente narrativa, por momentos muy cinematográfica, que el autor demuestra poseer de forma sobrada.

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A este respecto no debe pasarse por alto el inconfundible estilo gráfico del autor, que aquí juega con el blanco y negro y el color, y que contribuye a lograr esa expresividad manifiesta que es, sin duda alguna, al menos en mi opinión, posiblemente el principal valor de un álbum del que espero pronto podamos ver publicada su continuación.

Julius...¿Caesar?

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Julius, Soltad a los perros de la guerra es una novela gráfica escrita por Antony Johnston y dibujada por Brett Weldele, publicada por Oni Press en los USA y editada aquí por Planeta deAgostini en 2005. Este cómic adapta la obra teatral de William Shakespeare, Julio César, sólo que convirtiendo al destacado líder político y militar de la República romana en un jefe de la mafia londinense.
El tebeo nos habla de los últimos días en la vida de Julius, asesinado por una conspiración orquestada por Cassidy, un destacado jefe de la mafia, que se verá ayudado entre otros por Brett, alter ego del Bruto histórico, hombre de confianza del primero, así como las repercusiones inmediatas que la muerte de tamaño líder comportan.
Como adaptación y a simple vista Julius respeta la estructura de la tragedia del célebre dramaturgo, así como buena parte de los personajes dramáticos que toman parte en un argumento donde están presentes varios de los temas de la obra de Shakespeare, tales como el honor, la ambición, la amistad, la venganza... Aquí el tema del "patriotismo", fundamental en la obra original (Bruto asesina a César en su interés por salvaguardar la República) se ve transformado en lealtad a “la Agencia” (la institución representada por la mafia). Lo cierto es que Johnston pone cuidado en diversos elementos, donde habría que destacar los diálogos, que remiten directamente a la obra que se encuentra en la base de lo que no deja de ser un tebeo de serie negra. Otro detalle que evidencia el interés del guionista por indicar que Julius encarna a Cayo Julio César es el plural mayestático que usa de forma habitual.
Ahora bien, ¿funciona bien Julius como cómic? Para empezar debe tenerse en cuenta que el tebeo tiene menos de 150 páginas a lo largo de las cuales aparecen e interactúan una veintena de personajes.El formato es pequeño, de tres o cuatro viñetas por página. En resumidas cuentas, todo un desafío para el equipo artístico.
Dicho esto, en la parte positiva debe reconocerse que el tebeo se lee de forma fluida. En la negativa, sin embargo, a veces se echa en falta una caracterización más detallada, aspecto que también afecta al aspecto gráfico ya que el estilo de Weldele se ciñe a una simplicidad funcional que exige del lector un esfuerzo por identificar nimios detalles descriptivos que le permitan diferenciar a unos personajes de otros ya que todos ellos gustan de vestir de Armani. Esta circunstancia también afecta al escenario en el que acontece la acción, un Londres que bien podría ser Los Angeles o París. Por otro lado, la plasmación en cómic de la obra teatral de Shakespeare contiene ideas originales que desafortunadamente no son explotadas como quizás debieran haberlo sido (el hecho de que Julius sea negro es una de ellas).
Un tebeo personal, difícil de llevar a cabo y entretenido, que aunque no llegue a satisfacer las expectativas que un lector podría albergar de conocer su fuente de inspiración sí que puede que contente al fan de thriller de serie negra.

Wet Moon, de Ross Campbell, TPBS I-IV

La mejor manera de describir esta serie de Oni Press que firma Ross Campbell es usando el siguiente calificativo: atípica. Y en tanto que tal, bastante interesante.
Pero vayamos por partes.

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Wet Moon es un soap opera protagonizado por jóvenes cuyas pautas de comportamiento no difieren especialmente de aquellas propias de la adolescencia y que recibe el nombre de la población norteamericana (ficticia) donde acontece la acción. Aun así, creo curioso apuntar aquí que Wet moon también es el nombre que recibe una fase lunar cuyo origen hay que buscar en la mitología hawaiana; fase que todo sea dicho de paso también responde al nombre de Cheshire moon, término que invita a dejarse llevar por el ensueño.
Wet Moon tiene un amplio elenco de personajes cuyas vidas se cruzan en un sentido u otro, si bien podría decirse que de entre todos ellos destaca uno en especial, Cleo Lovedrop, que vendría a detentar una posición central dentro del esquema general de relaciones personales que refleja la serie.
A primera vista lo que más llama la atención de los personajes de Wet Moon es su aspecto. ¿Y qué mejor forma que describirlo que con imágenes?


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Cleo junto a Meiko (aquí hasta los gatos tienen mucho que decir)

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Mara

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Sin duda alguna Myrtle tiene algo en mente


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Malady, con ánimo de rockanrolear


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Audrey desearía que hubiera más referentes de mujeres negras-negras en los medios


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Trilby no puede ocultar su status freaky


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No, no es la escena de un crimen. Es Zia, en plena sesión fotográfica


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Fall es un buen ejemplo del concepto yanki white trash

En Wet Moon las féminas, como habréis reparado, tienen un peso especial, por mucho que ellos también estén presentes. Y sí, me imagino que os habréis dado cuenta de que no acaban de adaptarse al canon de mujer que suele ser habitual encontrar en la mayor parte de la producción comiquera yanqui, que como sabéis está constituida por los tebeos de superhéroes, género al que, por extraño que parezca, se hacen bastantes guiños en la serie.
Pero quiero que prestéis atención al aspecto que exhiben buena parte de los personajes presentados. Sin duda alguna este punto es el que inmediatamente llama la atención del lector con tan sólo pasar las páginas del primer TPB, Feeble Wanderings, y a partir del mismo éste se hace una idea de la forma de ser del personaje de turno. Lo mismo les pasa a aquellos personajes cuando entran en contacto por primera vez con un recién llegado o un desconocido. ¿Acaso no asociamos determinadas características a un objeto, en este caso una persona, en función de su aspecto? ¿Y en función de qué? Aquí entraría en juego el cliché y/o el prejuicio.
Esta reflexión es importante llegados a este punto porque actúa en connivencia con otra idea, la de la máscara: Nos escondemos detrás de máscaras creadas por nosotros mismos, observación que aquí, además, entra en estrecha relación con el tema de la adolescencia, etapa decisiva en la formación personal del individuo y que a menudo se caracteriza por un fuerte sentimiento de inseguridad ligado al desconcierto provocado por toda esa caterva de cambios, de diversa naturaleza, que vienen a sacudirle. El origen de esa inseguridad a veces reside en una insatisfacción con nuestro propio físico. En otras ocasiones la importancia otorgada a ser aceptados por el círculo de iguales/amigos, que en esta etapa sustituye el protagonismo hasta entonces detentado por las figuras familiares, lleva a la adopción de determinadas pautas de comportamiento que tienden a enmascarar la auténtica naturaleza personal del individuo.


cleo espejo

La conclusión que extraemos es que los personajes de Wet Moon transmiten al lector una impresión inicial que evoluciona con el transcurso de la serie. La verdadera naturaleza de dichos personajes paulatinamente se materializa a los ojos de aquél. El lector se convierte en un espectador oculto que tiene acceso a la inviolable intimidad de los pensamientos del personaje, plasmados en extractos de diarios personales cuya inserción en la obra interrumpe la fluidez narrativa de las viñetas, y así accede a la auténtica forma de ser de éste, que ocasionalmente está en abierta contradicción con la imagen que de él se tenía desde el principio. Y bajo esa máscara a menudo se descubre, quizás con sorpresa, una realidad mucho más anodina y "normal" de lo que pudiera haberse pensado a poco de iniciar la lectura.

Abría este post hablando de lo atípico de la serie. Sigamos con ello.
Uno de los aspectos más importantes de Wet Moon es lo que me gusta definir como Lo Extraño.
¿Qué és "Lo Extraño"? Quizás un subnivel de la realidad , que participa de lo fantástico y que de tanto en tanto irrumpe, teniendo como consecuencia más evidente inquietar al lector, espolear su curiosidad y llevarle a formular muchas preguntas. Con otras palabras podríamos decir que acontece de improviso un suceso extraño, quizás surrealista, que entra en conflicto con la cotidianeidad materialista propia del soap opera.
Este planteamiento me recuerda a la serie televisiva Twin Peaks. Aparte de la correspondencia que existe entre ambas historias en lo que se refiere a la inclusión de lo fantástico en un entorno real estructurado en base a relaciones interpersonales, también pueden observarse similitudes en cuanto a temas, pesonajes y ambientación. Como no quiero spoilear la historia me ceñiré a citar algunos ejemplos "inofensivos":
En Twin Peaks se ha producido un asesinato envuelto en extrañas (extrañísimas) circunstancias. En Wet Moon no se ha dado ninguna muerte similar (todavía), si bien sí que han desaparecido algunas personas. Por otro lado, la pintoresca galería de personajes que habitaba Twin Peaks puede reflejarse en Wet Moon en un supuesto agente del FBI que merodea la población con un mono colgado de su hombro. Finalmente parte de la acción en Twin Peaks tiene lugar en sus frondosos bosques, mientras que Wet Moon cuenta con un Forest of Doom (por no hablar de sus pantanos). Así pues no es de extrañar que dos personajes de esta serie acaben entablando una conversación donde aparezcan tanto Twin Peaks como el agente Cooper.
Así, la historia de Wet Moon se nutre no sólo de relaciones interpersonales, sino de unos misterios cuyo secretismo invita a dejarse llevar por el ensueño y la imaginación: Hay otros mundos... pero están en éste (Paul Éluard)

Pero Wet Moon es un cómic atípico por más razones:
Hablar de adolescencia, aunque como en este caso sea tardía, implica hablar de sexo, y en pocos tebeos yankis había leído sobre este tema de forma tan desinhibida y desnuda de prejuicios y/o clichés.
En Wet Moon asistimos al desconcierto que la adolescencia puede acarrear en lo que respecta a la identidad sexual del individuo, que ha de ponerse en relación con un enfoque de la homosexualidad posiblemente más cercano a la realidad que la aproximación más habitual que tanto éste como otros medios han realizado del tema.
Por otro lado, la serie toca el concepto de la nueva carne, entendiéndose como tal una expresión estética basada en la transformación o metamorfosis del cuerpo humano, y que han tratado autores como Clive Barker, David Cronenberg o Charles Burns (en literatura, cine y cómic respectivamente). La importancia otorgada al piercing sería sintomática, así como la inclusión de un personaje (Fern) que ejemplifica la dicotomía entre una voluntad por controlar su propio cuerpo enfrentada a la impotencia con que se enfrenta a una malformación corporal.

fern


Significativa es, igualmente, la importancia que merece a este respecto el tema de la identidad. Con todo parece que el tema interesa al autor, ya que queda un poco más claro quizás en otra de sus obras, Water Baby, la historia de una chica que se dedica al surf y que pierde una pierna al ser atacada por un tiburón, mutilación que podríamos poner en relación con la sufrida por uno de los personajes de Wet Moon, Zia, que perdió su brazo izquierdo en un accidente de tráfico (¿estamos acaso ante un guiño a "Crash", película dirigida por David Cronenberg basada a su vez en una novela de Ballard?).

Ross Campbell es el autor completo de Wet Moon. A él debemos un dibujo que se debate entre el realismo y la influencia del manga (que se hace más evidente a partir del tercer volumen cuando Cleo ve sus ojos aumentados sustancialmente), con ciertos fondos verdaderamente trabajados donde el detallismo a veces no hace sino darnos indicios de tramas que atañen a algún que otro personaje. De igual manera se tiene que destacar el cuidado puesto en la caracterización de los personajes.

Por lo que respecta al aspecto narrativo podría decirse a nivel general que la lectura es fluida,si bien la inserción sistemática de fragmentos del diario personal de Cleo (cuya caligrafía no es que digamos fácil de entender) y la inclusión de "capturas de pantalla" de los blogs de Mara o Audrey actúa claramente en perjuicio del ritmo. La norma es la linealidad, aunque a veces Campbell se permite algún flashback al servicio del guión que le reporta muy buenos resultados, que también puede aplicarse a las escenas donde se utiliza el silencio como recurso narrativo.

Finalmente creo necesario mencionar la complicidad que Campbell establece entre los personajes que pueblan Wet Moon y el potencial lector de la obra. Ésto lo consigue de múltiples maneras: permitiendo que el lector acceda a la intimidad de los personajes, sirviéndose del humor en escenas delirantes, apelando a una cultura susceptible de ser compartida y constituida por constantes referencias al cine, la música y, por supuesto, el cómic.

Ya para acabar, una pequeña reflexión: ¿Veremos un final de Wet Moon que satisfaga al lector? Porque a lo largo de las setecientas y pico páginas que hemos leído se han planteado varios misterios que parece que distan de ser explicados en breve, por mucho que la historia avance. ¿Acaso no estará Campbell alargando una historia que ha demostrado ser la que mejor suerte ha merecido del conjunto de su obra como artista? Quizás el quinto volumen, anunciado este mes en el catálogo americano del Previews, sirva para proporcionar alguna pista que nos permita contestar estas preguntas.


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¿Te has quedado con ganas de saber más?
- Wet Moon, otra reseña a cargo de Werewolfie en su muy recomendable blog.
- The Abandoned, reseña del cómic de zombies y nenas guerreras de Campbell.
- Página oficial de Ross Campbell (con links a entrevistas y un largo etcétera).

- Wet Moon es una serie originalmente publicada por Oni Press. Aquí está siendo publicada por la editorial Norma (hasta la fecha están disponibles los tres primeros tomos).

Maiwai (completa)

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Hace un tiempo comenté por aquí los dos primeros volúmenes de Maiwai, una serie manga de Minetaro Mochizuki (Dragon Head, La mujer de la habitación oscura). Tras varios meses la colección ha finalizado en su tomo once.
Maiwai constituye un aparentemente sorprendente hito evolutivo para un autor que se hizo famoso con cómics enmarcables dentro del género de terror (el oneshot La mujer de la habitación oscura es un excelente ejemplo de ello, que podría encuadrarse dentro de la corriente que ha popularizado el cine japonés de los últimos tiempos) o en el horror psicológico (Dragon Head). Sin embargo obras como las mencionadas no nos deben llevar a engaño, ya que Mochizuki priorizó contenidos humorísticos y dramáticos en los comienzos de su carrera como mangaka, de forma que Maiwai debería ser percibida como una especie de vuelta a sus orígenes.
En aquella reseña ya os presenté la premisa argumental de la serie, centrada en torno a una estudiante de instituto llamada Funako Yamato que se embarca, siguiendo la estela trazada por su abuelo, un conocido pescador local, en una aventura marítima que la conducirá hasta un mítico tesoro pirata que alberga una recóndita isla que aparece en diversas leyendas pertenecientes a las gentes de mar, un viaje singular, trepidante e iniciático, aspecto éste último ligado a los cambios y lecciones que Funako experimenta y aprende a lo largo de un tránsito vital que le conduce desde la adolescencia a la madurez, y todo ello en el breve periodo de tiempo que suponen unas vacaciones de verano.

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Maiwai es aventura en estado puro y un alegato feroz en torno a la libertad que trasciende una envoltura de comedia ligera de y para adolescentes. Una voluntad, la del autor, que apuntando al hecho de que el individuo es capaz, en algunas ocasiones, de obrar en contra de un sistema establecido por el simple hecho de querer hacer realidad sus sueños (conducta que dicho sistema no duda en reprobar y sancionar), se configura como un mensaje sucinto en la historia que nos cuenta, y cuya inclusión en una obra , que por mucho que se la haya clasificado de seinen posee multitud de características que la relacionan más directamente con el shonen, no hace sino sorprenderme. En esta línea no es de extrañar el protagonismo concedido a la piratería y al pirata, figura que Mochizuki adapta al actual zeitgeist en una hábil maniobra detrás de la cual se adivina una concienzuda investigación por mucho que el resultado final guarde similitudes con productos superficiales con los que estamos harto familiarizados hoy en día.


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Con piratas como éste a uno se le ponen los pelos de punta



Pero Maiwai es un cúmulo de referencias culturales de primer orden donde se ven reflejados tanto los mal llamados grandes clásicos “juveniles” como “La isla del tesoro” o “Moby Dick”, como elementos cosustanciales a populares géneros (o subgéneros) de manga. A este respecto me gusta ver a Funako como un alter ego de la protagonista de “Cinturó negre” de Naoki Urasawa, cuya caracterización se vería complementada con una pizca de erotismo muy nipón que se da junto a un marcado tono humorístico.
Podría hablaros del excelente dibujo de Mochizuki. De cómo combina un estilo que a menudo evidencia su marcada naturaleza clásica que remite a los grandes padres del manga con un preciosismo descriptivo más acorde a lo que en principio podría atraer más al lector actual. O de su impecable narrativa.
Podría aludir a todas esas impresiones sensoriales que despertó en mí la contemplación de algunas de sus viñetas y de las que ya creo haber comentado algo en su momento
Pero todo ésto y probablemente mucho más queda eclipsado ante lo que para mí es un hecho indiscutible. Maiwai es un cómic de aventuras para todos los públicos. Y he de reconocer que bastante divertido. Un soplo de frescura para los tiempos que corren cuyo tono no puedo sino poner casi al mismo nivel que la producción de un (otro) gigante como es Hayao Miyazaki.

El cómic de la polémica: Passafronteres (2) a l'Orient Mitjà

passafronteres


Los hechos:


1) El cómic. Passafronteres a l'Orient Mitjà. Felipe Hernández al guión y Tomeu Morey al dibujo. Dirección, producción y realización a cargo de inrevés. Edita la Conselleria d'Afers Socials, Promoció i Immigració, concretamente la Agencia de Cooperación Internacional de les Illes Balears. 2009. Distribución gratuíta por los centros de secundaria.



2) La polémica: El Mundo arrancaba hace un mes con este titular:
El Govern gasta 300.000 euros en un cómic para promover la causa palestina.
Varios medios se hicieron eco de dicha noticia. Unos simplemente difundieron la información proporcionada por el periódico, mientras que otros procedieron a desmentirla y/o matizarla, al tiempo que exponían un seguimiento de la cadena de acontecimientos que dicho cómic parecía haber puesto en movimiento, incluída la implicación de la embajada israelí en Madrid, que llegó a reclamar al gobierno autonómico tanto el cómic como la información relativa al mismo.
Pero la cosa no se quedó aquí, sino que el 1 de mayo los USA tomaban cartas en el asunto con una misiva firmada por varios congresistas, tanto demócratas como republicanos, que llegaba a tachar a dicho cómic de "antisemita".

La reseña (una más y poco ortodoxa):



Después de leer con un poco más de atención de lo habitual por aquello de tratar de averiguar qué podía haber de cierto en las críticas vertidas por diversos medios en relación tanto al presunto mensaje pro-palestino del cómic como a su igualmente presunta naturaleza "antisemita" no puedo sino reconocer un patente estado de desconcierto que me lleva a preguntarme si este tebeo que tengo entre manos es el mismo que ha sido objeto de la polémica. De hecho ahora mismo sólo se me ocurren dos posibilidades:
a) estas personas no se han leído el cómic.
b) la habilidad de comprender un texto (en este caso, un tebeo) por parte de estas personas deja bastante que desear.
Porque el tebeo expone una situación básicamente política y social desde una perspectiva que, puestos a describirla de alguna manera la mejor que se ocurre ahora es aséptica, simplista (muy a lo Wikipedia, que es lo que parece que se lleva ahora entre los chavales y chavalas que estudian ESO y Bachillerato) y un tanto cándida.
En tanto que aséptica los autores no se mojan (la norma exigible a cualquier producto subvencionado por el poder), simplemente exponen lo que a grandes rasgos sucede en el área del conflicto, llevando a cabo una breve síntesis de su origen histórico. Una puesta en situación y un trasfondo que acaba atribuyéndose el protagonismo indiscutible del cómic por encima de las acciones individuales llevadas a cabo por los presuntos protagonistas del mismo, unos jóvenes que trabajan para una ONG que trata paliar la difícil situación de la población civil, la gran perjudicada por el conflicto armado.
Así pues el discurso parte de la doble perspectiva de las dos partes implicadas, y muy especialmente de la clase civil que padece una situación difícil resultante del conflicto político. Con un panorama como el que presenta el cómic puede inferirse que cualquiera de las acusaciones vertidas por ciertos medios no puede sino deberse a políticas de partido o intereses personales.
El problema del cómic habría que buscarlo en el enorme peso que recae en el trasfondo, que eclipsa un argumento que me atrevería a decir que brilla por ausencia. En efecto, el viaje de los jóvenes cooperantes es una mera excusa para hablar del conflicto. Apenas se dilucida un conato de relación personal entre dos de ellos, la excepción que confirma la regla y que suena a "Bien, algo tendremos que poner para que no parezca que sólo hablamos de la situación política y social, no?".
Por lo que respecta al aspecto gráfico está en consonancia con la concepción de la obra: Funcional y un tanto insulso.
Pero por encima de todo me gustaría decir que tengo serias dudas sobre la utilidad de esta obra. ¿Podemos como docentes transmitir el hábito de la lectura con un tebeo donde el ritmo se halla entorpecido por la inclusión de numerosos y farragosos textos de apoyo? ¿Donde los protagonistas son absolutamente planos, de forma que la identificación con los mismos puede hacerse harto difícil? ¿Cuya lectura es tremendamente aburrida?

Finalmente una pregunta, a quien pueda responderme. Si se supone que el cómic está dirigido a los institutos.. ¿por qué también se encuentra a la venta? ¿No se había subvencionado con dinero público? Si no véase aquí y aquí


Más gente que ha hablado (de forma más profesional)de Passafronteres 2.

Shade, el hombre cambiante, de Peter Milligan







Hablar de Shade el hombre cambiante no es fácil, así que iré por partes.

Se trata de una serie perteneciente al sello Vértigo de DC Comics, basada en un personaje creado por Steve Ditko y adaptado para ésta por Peter Milligan, autor británico que se mantuvo encargado del guión a lo largo de los setenta números que vieron la luz antes de que la serie fuera cancelada. En el apartado gráfico muchos fueron los artistas que pasaron por sus páginas, siendo posiblemente el más destacado de ellos Chris Bachalo.Publicada entre 1990 y 1996 en Yankilandia, en nuestro país Planeta ha acabado por editarla de forma íntegra en 17 tomos, todavía disponibles.

Shade nació en plena época dorada del sello Vertigo, conviviendo junto a series que le arrebataron gran parte de la atención del fandom; series como Sandman, de Neil Gaiman o Preacher, de Garth Ennis. Curiosamente en nuestro país ha sucedido algo paralelo, ya que mientras que Sandman o Predicador eran publicadas por entero e incluso gozaban de varias ediciones, Shade sólo merecía dos prestigios Zinco hasta su relativamente reciente edición íntegra a cargo de Planeta. ¿Puede explicarse esta desigual atención por parte de editores y aficionados? Quizás su premisa argumental aporte información al respecto:

Shade es un joven poeta romántico que es enviado a la Tierra para poner freno a una oleada de locura que amenaza no sólo a este planeta sino también a la dimensión de donde nuestro protagonista proviene, llamada Meta. Para llevar a cabo su arriesgada misión, Shade cuenta con un chaleco de locura con el que puede moldear la realidad a su antojo.
Desafortunadamente las cosas no le resultarán fáciles. Su cuerpo físico muere al poco de caer en una dimensión intermedia entre Meta y la Tierra, llamada el Área de Locura, y por lo que respecta a su mente ésta va a parar al cuerpo de un asesino, Roy Drezner, recientemente ejecutado en la silla eléctrica por haber asesinado a sangre fría a los padres de Kathy, una joven de la que Shade acaba enamorándose y cuyas facultades mentales están seriamente perturbadas desde el día que descubrió los cadáveres de sus padres y presenció cómo su novio afroamericano era abatido por la policía en un malentendido donde el racismo sureño tuvo buena parte de culpa.


Sí, en efecto. Rocambolesco. Surrealista.
Pero no os dejéis llevar a engaño. Aunque la locura, la irracionalidad y un discurso surrelista ocupan siempre un primer plano en la vida cotidiana de Shade, la serie trata fundamentalmente de un tema que obsesiona a Milligan especialmente y que no es otro que el de la identidad personal. ¿Quiénes somos? ¿Cómo definirnos? ¿Llegamos realmente a conocernos? ¿Cómo nos afecta el cambio?
A pesar de que la Shade presenta unos orígenes que residen en el género superheroico es en manos de Milligan cuando la serie cederá un protagonismo indiscutible a la definición y la caracterización de los personajes, características éstas quienes se constituyen como las responsables de articular las distintas líneas argumentales. Y es que Shade el hombre cambiante es una serie de Personajes. Sí, con mayúscula.
Aquí Shade es el centro indiscutible. Y lo de "cambiante" no es gratuito, ni mucho menos, ya que el protagonista se encuentra en un constante desarrollo psicológico y personal que se concreta en diversas manifestaciones que conllevan transformaciones de índole física explicables por sus aptitudes a la hora de modificar la realidad. Cinco serán los Shades que veremos pasar por las páginas de la serie y que necesariamente confieren a la historia un dinamismo inusual respecto a otras colecciones adscribibles al sello Vertigo.


Sin embargo no sólo Shade atrae el interés del lector ocasional. De hecho en más de una ocasión Milligan hace todo lo posible por que sintamos antipatía e incluso repulsión por los actos del personaje, en consonancia con sus cambios de personalidad. Pero ahí es donde entran los secundarios que acompañan a Shade en su búsqueda particular, referida a la comprensión de la naturaleza de la locura. Y son los personajes secundarios quienes, aun en la extrañeza que se supone a cualquiera con la valentía o la inconsciencia de hollar los desconocidos senderos por los que transita nuestro protagonista, acaban por ganarse un lugar en nuestros corazones, ya que es en ellos donde quizás el lector tiene más fácil sentirse identificado en tanto que sus problemas son los que éste ha tenido, tiene o espera tener algún día. En esta galería de personajes estaría Kathy, de la que ya he hablado un poco más arriba; Lenny, una joven bohemia, bisexual, amoral y con un gran ingenio; Shimmy, un joven que se define a sí mismo como una obra de arte viviente; Pandora, quien parece personificar al personaje mitológico sólo que adaptándolo a la realidad norteamericana de los noventa; y otros varios de los que prefiero no hablar a fin de no espoilearos la historia.



John Constantine apareció en la serie (Milligan no podía ocultar su interés por un personaje y una serie que actualmente guioniza en los USA)



Bien, sigamos con el amplio espectro temático que intenta abarcar la serie.
Para empezar y como telón de fondo tenemos a la Norteamérica de principios de los noventa. Con ella, la iconografía al uso, donde la carretera detenta un papel importante unido a la idea de libertad. Todavía se perciben trazas del espíritu fronterizo del XIX. El Sueño Americano ahogado en sangre y corrupción.
Ya hemos calentado motores.
Descendamos al hombre. La personalidad y sus elementos constitutivos. El yo y los otros. Lo extraño. La moral. La amistad. El sexo. La violencia. Conflicto entre lo racional y lo irracional. La imaginación. La creatividad. El Arte y el artista. La vida y la muerte. Ciclos vitales: infancia, adolescencia, madurez, vejez.

¿Algo más? Seguro que sí. Con todo ésto me gustaría que os hiciérais una idea de la complejidad temática que presenta la obra. No es mero entretenimiento. No es simple evasión. Primero requiere que el lector se esfuerce en entrar en el juego de Milligan, que se deje arrastrar por el envoltorio y la dinámica surrealistas de la historia. Una vez aquel se sumerje en la corriente de locura, la misma que lleva al protagonista a ignotas regiones del inconsciente colectivo, todo es cuesta abajo, si bien continuamente el lector caerá en reflexiones en torno a algunos temas cuya sola presencia ya es digna de mención en la medida de que no suele ser habitual incluso en obras dirigidas a un público más adulto como fueron y son las englobadas en el sello Vertigo.

Con ésto no quiero decir que sea difícil leer Shade. Puede costar un poquito al principio, pero incluso en la más rocambolesca de las tramas Milligan pone de su parte al final de cada una para explicarnos de qué iba todo en realidad. Este hecho junto a que constantemente nos recuerdan los cambios recientes por los que han pasado los distintos personajes hacen que la serie sea accesible.

Setenta números pueden parecer muchos (de hecho lo son), y ha de reconocerse que la serie no consigue mantener la atención del lector de forma constante. El ritmo es excelente hasta el número cincuenta, para a continuación decaer y, en los últimos números volver a remontar. ¿A qué puede deberse el bajón? Parece que aquí Milligan, aun introduciendo personajes sin los cuales no se podría entender una parte sustancial del personaje principal y de la historia en general, alargó subtramas apenas relevantes para el conjunto, estirando una premisa básica que hasta el momento había funcionado muy bien. En pocas palabras, empezamos a encontrarnos con paja. Y no es hasta los últimos números cuando el guionista decide plasmar sobre el papel un desenlace que bien pudiera tener esbozado desde el principio. Un final no especialmente original, pequeño de acorde al enfoque humano que prima en esta última etapa de la colección pero que, todo sea dicho de paso, le deja al lector una buena sensación.


Pasemos al apartado gráfico.
Chris Bachalo es, sin lugar a dudas, el artista a mencionar entre todos los que pasaron por las páginas de la serie. Primero porque es quien lleva a cabo un trabajo más efectivo, segundo porque es uno de los que más tiempo permaneció en la colección, y en tercer lugar porque poco tiene que ver lo que hizo para Shade con las obras que desarrollaría después. Contra su barroquismo actual Chris se muestra contenido en esta serie y, lo que es más importante, narra con bastante acierto, una habilidad que en algún momento posterior de su carrera, desafortunadamente, perdió.
Pero dejando de lado a Bachalo, uno de los puntos flacos con los que cuenta Shade es, precisamente, los lápices y/o las tintas. Algunos de sus dibujantes y entintadores, especialmente a partir de los números siguientes al cincuenta, perpetraron un trabajo que a menudo lleva al lector a preguntarse cómo se habría visto la serie de haberla encargado a otros artistas.
Mención aparte merecen las excepcionales portadas de Shade, ilustradas por autores como Brendan McCarthy, Jamie Hewlett o Duncan Fegredo.

Con todo Shade es una obra interesante y original, posiblemente una de las mejores de su guionista, Peter Milligan.

Scalped, de Jason Aaron y R.M.Guéra

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Reconozco que leer al capullín de Garth Ennis en la introducción del primer tomo recopilatorio de Scalped alabando las excelencias de su guionista, el Jason Aaron, y poniendo de relieve su procendencia yanki en un mercado, el del cómic norteamericano, donde hubo un tiempo que fueron "brits" (o irlandeses) los guionistas "hot", me puso sobre aviso. Aquello no me pareció garantía alguna de lo que estaba a punto de leer fuera necesariamente a gustarme, y más teniendo en cuenta que había leído una historia en dos partes de Hellblazer guionizada por el mismo autor y que, a pesar de prometer mucho me dejó con un mal sabor de boca. Pero el tema me interesaba lo suficiente como para darle una oportunidad así que...


A Scalped uno puede sentirse tentado de definirla como una especie de Los Soprano con nativos americanos como protagonistas. No está muy lejos de la realidad, aunque con ello no le estaríamos haciendo ningún favor al cómic que tenemos entre manos. Porque Scalped ofrece mucho más que un simple culebrón de mafiosos. Y ni por asomo tiene el tono jocoso de la serie televisiva. Scalped estaría a medio caballo entre el noir (fijaos si no en los guiños que hace en los nombres de los personajes) y el thriller, aunque en su planteamiento tienen cabida elementos de crítica social sumamente atractivos en cuanto desconocidos para una parte importante del público.



El pasado tiene buena parte de responsabilidad en lo que le sucede al protagonista indiscutible de la serie, Dashiell Bad Horse, un tipo duro que regresa quince años después a la reserva india que le vio nacer para acabar consiguiendo un trabajo dentro del cuerpo de policía tribal, a sueldo de Red Crow, jefe de la tribu Oglala y poco escrupuloso "hombre de negocios" que está a punto de inaugurar un casino en la región. Allí Dashiell reencuentra a su madre, una activista pro-derechos nativos que estuvo implicada en el pasado en un tiroteo en el que murieron dos agentes del FBI y en el que también participó Red Crow, y con la que ha perdido toda relación.
A pesar de que la serie se centra en las turbias actuaciones de Red Crow en su empeño por conseguir una imagen pública de la reserva adecuada a sus intereses personales centrados en el casino, que a su vez enlaza con todo ese mundo de la mafia al que antes hacía alusión, Scalped ofrece mucho más que ésto.
Es la historia de un individuo enfrentado a una familia que representa las tradiciones de un pueblo del que nunca se sintió miembro. Es la lucha de un pueblo por salir del miserable estado en que se vio sumido después de trabar contacto con el hombre blanco. Son las pequeñas historias del día a día de la gente que vive en una reserva, insignificantes, miserables... y que conforman un cuadro tremendo para aquel no familiarizado con dicha situación.
Además Scalped es una historia de personajes. Aunque Dashiell acapara buena parte del protagonismo, la serie no sería la misma sin los complejos retratos psicológicos de varios otros personajes, como el propio Red Crow o el de la madre de Dashiell, Gina Bad Horse (la madre de Dashiell), Catcher (un extraño nativo perseguido por los fantasmas del alcohol y que guarda un vínculo especial con las tradiciones de sus ancestros), Diesel (que tuvo que luchar desde que era un niño contra los prejuicios de blancos y nativos dirigidos contra sus padres, una pareja interracial, y que se muestra sumamente orgulloso de una ficticia identidad nativa-americana), Fritz (un agente del FBI con más de un secreto)... En Scalped no hay buenos ni malos, sólo personajes definidos por una escala de grises.
La serie tiene un ritmo envidiable, múltiples incógnitas que poco a poco se van desvelando y sorprendentes giros argumentales que, junto a la variedad de temas que toca la hacen más que recomendable y la constituyen como uno de los mejores productos Vertigo que actualmente se publican.
En el lado negativo tan sólo una apreciación personal que tiene buena parte de expectativa defraudada, que no es sino el hecho de que de momento la serie está dejando de lado buena parte del potencial cultural nativo-americano.
Por lo que respecta al dibujo, prácticamente exclusivo de R.M.Guéra después de tres tomos recopilatorios yankis, le va como anillo al dedo al tono "sucio" de la serie, aunque quizás podría ser mejor en cuanto a la narrativa de las escenas de acción.

Reseñas relámpago I: El Cazador

De vuelta por aquí. Sería estupendo retomar este blog con una de esas reseñas positivas que reivindican el cómic como medio. Pero será otro día. Sip. Hoy toca una serie que ya lleva varios números en Yankilandia pero de la que servidor no ha podido pasar del número:


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A El Cazador le falta todo lo que debería tener un buen cómic de piratas: Aburre al muerto que va en el cofre de los doblones, los actos de violencia salen del plano de la viñeta y, aunque tímidamente echa por tierra algunos tópicos del género en sus primeras páginas (en lo que más bien parece un guiño al lector novel) acaba siendo protagonizado por la Geena Davis de turno. Eso sí, el apartado gráfico sería soberbio de ser más dinámico. O sea, un cómic de piratas digno de ser pasado por la quilla sin miramiento alguno.

Life Sucks, de Jessica Abel y Warren Pleece

Yep. Cuánta razón llevan Jessica Abel y Gabe Soria, escritores de este Life Sucks, novela gráfica editada por First Second Books.




Odio hacer lo que estáis a punto de leer. que no es sino efectuar una aun más odiosa comparación que pretende situar un poco el carácter de la obra. No se me ocurre peor manera de empezar una reseña, jeh, pero es que no puedo evitarlo. Life Sucks recuerda a Clerks, del justamente denostado Kevin Smith, sólo que pasado por la óptica de..., no sé..., World of Darkness, una ambientación de rol donde lo sobrenatural convive con nuestra mísera y mortal realidad.
Porque Life Sucks nos presenta a Dave, un chaval que tiene la mala suerte de trabajar en el turno de noche de un 7-11 de Los Angeles. Porque el curro es de mierda, para qué nos vamos a engañar. Y porque no tiene más cojones que hacerlo. Llegados a este punto os preguntaréis por qué Dave no presenta la dimisión. Bueno, quizás es porque su jefe le ha convertido en uno de sus niños... Ah, sí, se me olvidaba. Su jefe es un vampiro, y Dave... también. Alguien tiene que ocuparse del turno de noche, no?
Pero la cosa no se queda aquí, oh-no. Dave está colgado de una chica. Una mortal. Gótica. Que sale con otro tipo. Otro de ésos. Un gótico. Y Dave odia todo lo que conlleva ser parte de esta tribu urbana. De hecho parece que el mundo vampírico se toma bastante a cachondeo a cualquiera que forme parte de sus filas.


Cuánta verdad...



Life Sucks podría ser definido como un slice of life con bastante sentido del humor. Es evidente que posee un matiz fantástico que le desmarca de otras obras englobables dentro del género, pero éso no quita que el elemento cotidiano y "real" mantenga una posición principal en la presentación de la trama. De hecho llega un punto en que el lector se olvida de que el tierno adolescente con cara de niño no es sino un vampiro, como gran parte de las personas con las que se relaciona, y se encuentra después de todo leyendo un cómic basado en relaciones personales.
Life Sucks llamará la atención de todo fan de lo fantástico por la disección del subgénero "de vampiros" que lleva a cabo. Toda convención sobre el mismo tiene todos los números de acabar en el váter, pero al mismo tiempo son reconocibles numerosas referencias freakies que sin duda disfrutaréis si os gusta un poco el tema. Para que os hagáis una idea, Dave es vegetariano, lo cual le granjea no pocos problemas entre sus allegados no-muertos, y que a su vez se refleja en aspectos cotidianos que son los que garantizan cierta veracidad a un tema que a priori cae dentro de la fantasía.
La historia posee un ritmo envidiable, donde el humor que se manifiesta en los diálogos y en las situaciones a las que da lugar la trama tiene un papel destacable.
A Jessica Abel la conocíamos ya algunos por La Perdida, novela gráfica de ligera inspiración autobiográfica que nos presentaba a una joven que, buscando sus orígenes, llega hasta México, obra que le valió un Harvey en el 2002; y por Escaparate, una recopilación de historias cortas que exhiben un manifiesto gusto por lo cotidiano y las relaciones personales. Así que os imaginaréis el paso que supone la co-creación, con Gabe Soria, escritor de weird fiction que se destapa aquí con su primera novela gráfica, de esta obra que tenemos entre manos.

El dibujante de Life Suks es Warren Pleece, autor que ha trabajado fundamentalmente para diversas colecciones de la línea Vertigo de DC (Dead Enders, 2020 Visions, Mobfire...) y que nos ofrece un trabajo bastante correcto, en especial por lo que respecta a la narración.
En definitiva, Life Sucks es un cómic entretenido y divertido, alejado de los cánones del slice of life más convencional en la medida que introduce un elemento fantástico interesante que, oh magistralidad, casi pasa desapercibido ante los innumerables quebraderos de cabeza que se lleva el protagonista intentando ligarse a su encantadora aunque convencional gotiquilla. Con una tónica lo mejor que podéis consumir para combatir el calor.

Algunas páginas del tebeo, en la web de la editorial.
Breve reseña y caricaturas de los creadores en la web de Jessica Abel.

La isla de nunca jamás, de Javier de Isusi



A veces, el discípulo supera al maestro. Como con Javier de Isusi y Hugo Pratt. Vasco y Corto Maltés.
En La Isla de Nunca Jamás, Javier de Isusi retoma las aventuras de su consumado viajero, Vasco, en busca de su amigo Juan, desaparecido años atrás en tierras latinoamericanas. La última vez que nos cruzamos con el bueno de Vasco fue para conocerle, recién llegado a Chiapas. Vasco lucía una mirada escéptica, a través de la cual pudimos conocer, un poco mejor, la realidad de aquellas tierras. Fue en La Pipa de Marcos, novela gráfica con la que descubrimos a Javier de Isusi, un joven arquitecto que un buen día decidió que lo suyo era contar historias con viñetas.
Una decisión acertada viendo los frutos que ha dado lugar su trabajo.
En esta nueva entrega, Isusi lleva a nuestro héroe hasta Nicaragua, concretamente a Ometepe, una isla situada en el lago Cocibolca, y que da título a la obra. La elección de éste no es gratuito, ya que el cómic comparte con el Peter Pan de James M. Barrie una misma estructura narrativa. Tanto los personajes de esta novela juvenil como los episodios de los que se compone hallan su reflejo en el tebeo que tenemos entre manos, sólo que adaptándolos a la realidad nicaragüense. Así, tanto Peter Pan como los niños perdidos son niños de la calle, mientras que el papel de villano que el Capitán Garfio desempeña en el clásico recae aquí en el director de un centro infantil de acogida subvencionado con dinero extranjero proveniente de apadrinamientos, cuyo nombre, Holly Roger, tiene reminiscencias piráticas (la Jolly Roger es un diseño de bandera pirata). Los paralelismos que pueden hacerse entre ambas obras son numerosos, no sólo en lo concerniente a personajes (el fundador de la institución, por ejemplo, es el reverendo Roger Hooker, al que curiosamente le falta una mano, como al malvado Garfio -Hook-), sino también en lo relativo a las situaciones en las que se ven envueltos (así, la escena en la que el alter ego de Peter, Chico Corto, le pide a Wendy, aquí una chica francesa que trabaja en una cooperativa agraria, si puede ser su mamá). Pero Isusi no se ha quedado aquí, no, sino que, como dice en una entrevista publicada en el blog Entrecomics, su idea era seguir una estructura narrativa paralela a la de la obra de Barrie.
Pero las referencias van más allá de la novela Peter Pan, si bien ésta constituye la base de la historia que nos cuenta el autor bilbaino. En La Isla de Nunca Jamás encontramos un episodio que nos remite a El Principito de Saint-Exupery, y me atrevería a decir que la cita de Mark Twain que abre el cómic no sólo alude al escenario en el que se desarrollará la acción, Ometepe, sino que los planes de Tom Sawyer, uno de sus personajes más conocidos, pueden verse correspondidos con los de Chico Corto.
La obra está impregnada de un sentido de lo maravilloso que usualmente vinculamos a la infancia. Parece como si Isusi quisiera arrastrarnos a este estadio vital que hemos dejado atrás con los años, a fin de abandonar, aunque sólo sea por el breve instante que dure la lectura, todo ese conjunto de valores que vamos adquiriendo a medida que nos hacemos mayores. Digamos que lo que nos quiere decir el autor es algo así como ¡Quitémonos todas las máscaras que nos ponemos de adultos e intentemos volver a ver con la mirada de un niño!
El elemento fantástico es omnipresente, impregnando el conjunto de la obra, ya sea en forma del referente constituído por la obra de Barrie como en una parte constitutiva del carácter del pueblo retratado. La realidad indígena queda atestiguada, no sólo en los recientes hechos históricos a los que se hace alusión, sino también en una tradición narrativa oral a reivindicar, donde la fantasía ocupa un lugar preeminente, de cuyo ejemplo Isusi nos brinda Flores en el Viento, una excelente historia corta guionizada por Luciano Saracino que encontramos al final del cómic.
Da gusto encontrar en el cómic cómo conviven a la perfección distintas modalidades narrativas que se corresponden con grafismos también diferentes. Tan pronto estamos ante un cómic de línea clara, como pasamos a un relato de corte legendario narrado haciendo uso de un figurativismo propio del arte indígena, como luego Chico Corto nos cuenta la historia de su vida con un estilo gráfico naive que nos remite directamente a nuestra infancia. La transición es envidiablemente fluída, de forma que el lector no ve entorpecida la lectura de forma alguna.
Decía al principio de estas líneas que, en mi opinión, Isusi había superado a su maestro. Porque el Corto Maltés de Hugo Pratt es el referente primero del Vasco de Isusi. Ahora bien, esta Isla de Nunca Jamás me la creo, a diferencia de lo que he leído del autor italiano. Corto posee un potencial simbólico que le coloca (reitero lo personal de esta afirmación) por encima del contenido de sus historias. Éstas son el punto flaco del personaje, lo cual es una verdadera lástima, algo que, afortunadamente no sucede en las aventuras protagonizadas por Vasco. El ritmo narrativo es el adecuado para no perder al lector por el camino, cosa que no creo que se pueda decir a grosso modo de los álbumes del maltés.

En definitiva, La Isla de Nunca Jamás constituye un buen compendio de las mejores virtudes que podemos encontrar en un cómic de aventuras que va más allá de los tópicos del género, abriéndose a diversas lecturas donde tienen cabida desde una voluntad documental no exenta de crítica, aspecto que ya encontrábamos en la anterior entrega de Los Viajes de Juan Sin Tierra, La Pipa de Marcos, a la afirmación de una concepción vital donde fantasía y humor son imprescindibles para enfrentar el día a día. ¿Para cuándo la tercera entrega?

The Abandoned, de Ross Campbell




El género de zombies está de moda, o al menos eso parece deducirse de lo que nos vienen ofreciendo últimamente medios como el cine o el cómic. Así, cuando algo se sale de la norma habitual de sangre y cascajo bien vale detenerse un momento y prestarle un poco de atención. Como me ha sucedido recientemente con The Abandoned, un cómic firmado por Ross Campbell y publicado en Estados Unidos por TokyoPop.

A Campbell le hemos conocido recientemente por estos lares después de que Norma editorial publicara el primer volumen de su Wet Moon, serie actualmente en curso en Yankilandia y con la que The Abandoned comparte algunos puntos en común. Con anterioridad habíamos podido ver alguna que otra ilustración para el juego de rol Exaltado.


The Abandoned apareció inicialmente publicitada como una serie de tres volúmenes de los que finalmente sólo aparecería el primero (desconozco si el autor tiene previsto continuarla algún día) y constituye un buen ejemplo de lo que os comentaba al principio.


La historia nos sitúa en las cercanías de Savannah, en el sureño estado de Georgia y tiene como protagonistas a diversos jóvenes que se ven envueltos en una situación de pesadilla: a raiz de una noche durante la cual un huracán azota la pequeña población todo habitante por encima de los 23 años pasa a convertirse en un muerto viviente de forma completamente inexplicable. Así comienza la lucha por la supervivencia de Rylie, la heroína principal, y de sus amigos.


Sí, en efecto, estamos ante una historia de zombies, pero no al uso, ni mucho menos. De hecho, el autor parece estar más interesado en presentar un grupo de personajes y establecer entre ellos relaciones que puedan resultarnos convincentes, un poco en la línea que ya hemos podido ver en otra serie que se ha ganado el favor del público lector, y que no es otra que Los muertos vivientes, de Robert Kirkman. Otro detalle original reside en la misma naturaleza del grupo protagonista, integrado por jóvenes que o bien todavía se encuentran en la adolescencia o bien apenas la han pasado, a incluir, al menos en lo que respecta a algunos de ellos, dentro de ese segmento de población estadounidense conocido como white trash, y cuya estética, si bien se halla influída por la que encontramos en Wetmoon, se caracteriza por cierto toque grungie. Por otro lado, debe destacarse el peso que ostentan las relaciones personales en el tebeo, a mencionar específicamente la naturalidad con que se trata el tema de la homosexualidad.


Todos estos factores aunados al buen hacer de Campbell consiguen involucrar al lector en la trama, al tiempo que le ayudan a entender mejor todo lo que está pasando. El único problema es el ritmo narrativo, que considero un poco lento en la primera parte del cómic, donde se presenta a los personajes, si bien enseguida adquiere dinamismo y acaba finalmente por deparar un buen balance entre momentos de acción frenética que llegan a manifestar una elevada carga dramática y momentos de reposo donde la atención se desplaza a las relaciones personales.


En el plano gráfico me gustaría poner de relieve la habilidad narrativa del autor, así como la crudeza con que plasma la violencia. En este aspecto preciso el autor se rinde a las convenciones gore del género, detalle que adquiere un gran relieve si consideramos que el cómic está impreso a dos tintas, negra y roja.


En fin, una buena historia de zombies que no va exactamente sobre lo de siempre, o sea, matar zombies, sino que se parece más a un slice of life con no muertos de por medio.

Batman, de David Lapham


Tengo personajes a los que de tanto en tanto me gusta volver. Batman es uno de ellos. Resulta curioso, y en cierta manera incomprensible, comprobar cómo una y otra vez acabo por regresar a él. Más que nada porque generalmente la lectura me resulta decepcionante en uno u otro sentido. Como me pasó hace unos pocos meses con el Monster Men de Matt Wagner. Pero no importa. Me digo que lo próximo será mejor, si bien sé que no es fácil debido a la edad del personaje. No sólo le pasa a él. Superman es otro que tal baila. Ambos llevan muchos años saliendo en los tebeos, habiendo protagonizado grandes historias creadas por autores de igual talla, de forma que cada vez es más difícil encontrar un tebeo que sea original, al menos en parte, y que además cuente con la fuerza expresiva que pudo tener en su momento un Year One, por ejemplo. O sea, uno de esos cómics que te devuelven a un tiempo y a un lugar en el que todavía sabías qué significaba ser un héroe, y lo que todavía era mejor, alucinabas con ellos.
Y porque casi me calificaría como idealista incorregible (lo cual es bastante estúpido hoy en día), decía que, en este aspecto, siempre espero que mi siguiente lectura sea mejor. De hecho, deseo que sea así. Que un día encuentre un tebeo de Batman que no me haga cuestionarme el sentido de seguir leyéndole.
Y entonces llega a mis manos la etapa en Detective Comics de David Lapham. ¿Pasaría mi examen?


A David Lapham le conocía por sus Balas Perdidas (La Cúpula), así que cuando me enteré que había escrito un arco argumental para Detective Comics no pude sino ilusionarme. Y resulta que Ramón Bach, había sido el elegido para ilustrar sus guiones. Uah, that was a must-read!
La saga fue desarrollada en Yankilandia a lo largo de los números 801 al 808 y del 811 al 814 de Detective Comics, cómics que Planeta ha publicado en tres volúmenes (del siete al nueve) de su serie regular dedicada al vigilante de Gotham.
En Ciudad del Crimen, historia en doce partes, parece evidente quién cobra especial relevancia junto a nuestro héroe. Sí, su reino, Gotham, cuyas raíces se hunden en el mismísimo infierno. Lapham parte de la injustamente olvidada Gotham, relegada las más de las veces a ser simple escenario, para insuflarle vida, un alma enferma que la troca en monstruosa aberración, pulsante, despiadada, terrible. La ciudad es, ahora más que nunca, una jungla de asfalto de una magnitud espantosa. Y las personas que residen en ella no pueden esperar librarse a su pérfido influjo, capaz de arrastrarles en una vertiginosa, descendente espiral de desesperación que no conduce sino a la muerte cuando no a un destino acaso peor. Lapham recurre a ese mundo que conoce tan bien y que le dio a conocer. Una ambientación propia de una serie negra sucia, cruda, mezclada con algo de pulp. Estas líneas maestras impregnan la historia y cada uno de sus componentes. Las miserias de la condición humana que encontramos documentadas por doquier, nos proporcionan una perspectiva más realista de lo que viene a ser habitual en un tebeo de superhéroes, aunque no nos engañemos, los convencionalismos del género siguen estando ahí.
Aun así, el resultado es peculiar, y en lo que a mí respecta, hasta chocante. Probablemente se deba a mis anteriores lecturas de otros cómics de Batman, donde la concepción del vigilante era más clásica, más apegada a su faceta mítica. En comparación, esta Ciudad del Crimen es un jarro de agua fría (aunque, como digo, sigue siendo un simple cómic de superhéroes, con todo lo que ello implica). Precisamente en lo que respecta a Batman, Lapham incorpora un enfoque interesante, el del héroe falible, tema que está presente desde las primeras páginas que abren la saga. El hombre murciélago se ve forzado a aceptar sus limitaciones, y todos sabemos cómo es Wayne... En efecto, lo que para el común de los mortales es algo habitual, para Batman supone un esfuerzo sobrehumano. El héroe, enfrentado a su error, trata por todos los medios de compensar el mal que no ha podido evitar, cayendo en una dinámina malsana, obsesiva, en la que a una resignación dictada por las circunstancias le sigue un arrebato incontrolable de rabia coronado por una súbita explosión de violencia catárquica que permite devolver las aguas al curso de la aceptación. Por otro lado, a esta perspectiva del personaje cuanto menos interesante, Lapham suma, y de paso recupera, el carácter detectivesco que da nombre a la colección. Batman es, en efecto, un detective con un caso que solucionar. El problema es que no está a la altura de su excelente fama como tal, lo cual nos remite a la historia.
Independientemente de las motivaciones que muevan a Batman en esta Ciudad del Crimen, lo cierto es que Lapham nos presenta un enigma que nuestro héroe deberá resolver. Un enigma con múltiples ramificaciones que en última instancia concierne a toda Gotham. Una trama vertebradora de relativamente sencilla explicación, que se adorna en exceso, yuxtaponiendo subtramas que, en ocasiones, sólo inciden tangencialmente en aquella, cuando no son un ardid tramposo que, como todo engaño que se precie, se descubre al final. Me pregunto si la considerable extensión de la saga (recordemos, doce partes) no habrá sido el motivo para engalanar el conjunto. Lo que no deja lugar a dudas, es que nos podíamos haber ahorrado algún que otro número. Números de relleno que, todo sea dicho, sólo aportan ambientación siguiendo la línea maestra que os comentaba un poco más arriba, al tiempo que ponen en evidencia las dotes detectivescas de nuestro protagonista hasta tal punto que casi resulta ridículo. Otro problema, éste acaso más acuciante que el de la paja, es el de una parte de la resolución, centrada en el desenmascaramiento del villano que ha traído de cabeza al pobre Bats. ¿Por qué después de marear tanto con este nuevo enemigo, que responde al nombre de El Cuerpo, no nos dejan claros sus antecedentes así como los pormenores de su plan? Qué queréis que os diga, pero me sabe a desenlace precipitado. Y si a todo ésto le añadimos una estructura narrativa fallida, donde las subtramas se entremezclan en una maraña confusa de la que participan excesivos secundarios, y un ritmo narrativo irregular, el resultado es un guión que, sin hacer agua del todo sí que acusa sus defectos de forma evidente, y no sólo durante la lectura sino que también una vez finalizada la misma.




Por todo ello, sorprende este trabajo de Lapham, habida cuenta de otras obras suyas que había podido leer. Menos extraño me resulta el control que DC ejerce sobre la mayor parte de los autores que abordan su universo, saco en el que debemos incluir a Lapham, y que le obliga a echar mano de algún que otro truco tramposo. Una verdadera lástima.
Pero no todo van a ser reproches. La historia, pese a todo, se deja leer, y a mí personalmente me enganchó, si bien, a medida que transcurría la acción y se iban desvelando secretos (ese homenaje a la novela de Jack Finney, adaptaciones cinematográficas aparte), mi interés fue disminuyendo, y reconozco que al final deseaba que acabara ya de una vez.
Por lo que respecta al dibujo, al parecer Lapham se ocupó presuntamente de los bocetos, que Ramón Bachs acabó de perfilar, si bien me gustaría saber a qué se están refiriendo con layouts porque muy poco del autor de Balas Perdidas veo yo en esta Ciudad del Crimen. De una forma u otra, Bachs realiza un buen trabajo, en consonancia con ese carácter al que he aludido un poco más arriba donde la ambientación pasa de ser mero telón de fondo a casi un personaje más.
En resumidas cuentas, una nueva decepción que se suma a las últimas lecturas que he hecho del personaje. Y pese a todo, sigo con ganas de leerme alguna cosilla más del Señor de la Noche. Lo dicho, masoca.

Maiwai, de Minetaro Mochizuki

Minetaro Mochizuki, autor de la conocida serie Dragon Head así como del one shot La Mujer de la Habitación Oscura nos ha sorprendido a todos con su nueva serie, Maiwai. Y es que pocos habrían imaginado que un autor responsable de aquellas dos obras sería capaz de ofrecernos algo tan desenfadado como esta serie abierta de periodicidad bimestral.
El título es una incógnita en sí mismo, aunque nada más empezar a leer se nos desvela su significado. Maiwai es una festividad japonesa que se celebra cuando un pescador captura una pieza extraordinaria, invitándose a amigos y compañeros del gremio. El término sale a colación del abuelo, ya fallecido, de la joven protagonista del cómic, la peculiar Funako Yamato; el último pescador con que contó la familia había pescado un increíble atún que pasó a designar la residencia familiar como el Palacio del Atún, donde nuestra heroína adolescente vive sola junto a su padre, ya que perdió a su madre cuando apenas era una niña.
Aludir a Funako como una chica peculiar no es, ni mucho menos, gratuito. En el lecho de muerte de su madre le prometió que sería fuerte, promesa que ha mantenido al pie de la letra, para desconcierto de su sufrido padre, que ve como con quince años su hija ya es capitana del equipo de lucha libre del instituto. Nadie que reparara en su delicada figura se imaginaría que Funako cuenta ya en su haber numerosos títulos relacionados con disciplinas de lucha. Pero la chica resulta ser extraña a ojos de sus compañeros: Siempre está hablando del mar, del que su abuelo le contaba numerosas historias, y un inexplicable dolor en el pecho le hace protagonizar más de un malentendido en público. ¿Son esas punzadas indicativas de algo más allá de un desorden físico? Eso parece dejarnos entrever el autor, al referirnos en una introducción las ansias del hombre por descubrir lo desconocido, por lanzarse a la aventura, por hollar aquellos parajes nunca antes pisados por sus semejantes, inquietud que parece que llevó al abuelo de Funako a dar con un hallazgo colosal, para nada comparado con ese mítico atún de media tonelada que le arrebató al proceloso océano, un secreto que se llevó a la tumba pero que pugna por salir a la luz. Y ahí entra nuestra joven luchadora…
Maiwai podría ser definido como un seinen de aventuras, si bien da la sensación de ser un batiburrillo de géneros diversos que Mochizuki se moría por abordar, donde el humor y la parodia se constituyen como elementos vertebradores de la acción. Por ejemplo, ¿conocéis a Yawara? Es una serie sobre una judoka, del mismo autor de Monster y 20th Century Boys, que cuenta con versión anime (Ginger o Cinturó Negre). Pues bien, Funako se parece, salvando las distancias, a esa judoka (de hecho hay un guiño a ese manga en el primer volumen de Maiwai). Pero también Ranma 1/2 parece estar parodiada en las páginas de este cómic, en uno de esos enfrentamientos masivos donde todos los clubs del instituto se echaban encima de uno de los protagonistas para ser invariablemente vapuleados. Estos dos ejemplos nos dicen bastante de las intenciones del autor, una de las cuales es reírse de los tópicos presentes en los mangas de peleítas, lo cual nos puede ayudar a entender, entre otras cosas, por qué le estamos viendo las braguitas a Funako todo el tiempo. Ahora bien, el humor también es pieza fundamental del discurso del autor. El cómic, por encima de cualquier consideración paródica, es divertido una vez entras en el juego del autor. ¡Quien hubiera dicho que veríamos algún día a Mochizuki en un cómic humorístico! El cambio de registro que ha llevado a cabo con Maiwai es, después del thriller de Dragon Head y la incursión en el terror japonés más clásico de la mano de La Mujer de la Habitación Oscura, digno de alabanza, al tiempo que es algo que no suele darse muy a menudo.
Sin embargo, pese al carácter naive que pueda poseer Maiwai, la serie presenta algún que otro rasgo que la sitúa un paso más alla del mero entretenimiento. Con ello me refiero, concretamente, a una escena bajo el mar que, salvando las distancias, me recordó un video musical de los Chemical Brothers, el compuesto para su tema The Test. En dicha escena, Funako desciende, inconsciente, en el seno oceánico, cruzándose con diversas especies animales, hasta ser arrastrada por una manada de ballenas, momento en el que recobra el conocimiento. Cierto componente entre onírico y poético impregna la escena, matiz que se retoma un poco más adelante y que quizás apunte hacia un aspecto de la trama todavía por desvelar.

El estilo de dibujo es el mismo al que nos tiene acostumbrado el autor, más tendente al realismo de lo que se acostumbra en el manga, si bien introduce algo de caricaturización con una clara finalidad humorística. La expresividad de Funako no va muy lejos que digamos, pero el resultado es satisfactorio. Destacar el trazo limpio de costumbre, así como también el detallismo de algunos fondos.
Una nueva serie de Mochizuki creo que ya es motivo más que suficiente para dedicarle un poco de atención, máxime si el autor lleva a cabo un cambio de registro respecto a su producción anterior. Si añadimos que el cómic, ya de por sí simpático, goza de momentos realmente tronchantes, la lectura se hace recomendable siempre que nos acerquemos a ella abiertamente y sin esperar gran cosa a cambio. Y si encima, a lo largo de la travesía, resulta que descubrimos algo que nos haga pensar un poquito, creo que ya podremos darnos más que satisfechos.

Pinche Mundo, de Kike Benlloc y Diego Blanco


La historia que nos cuenta Pinche Mundo es la de un hombre atormentado por sus pecados que busca la redención.
El tema viene dado por una trama inicial que se enmarca dentro del género de serie negra, pero que acaba derivando en algo que no sé muy bien cómo definir, si bien encuentro algunos paralelismos con el universo onírico de ¿David Lynch?. Es más que probable que esta comparación se deba a un delirio puramente personal, y que puede ser poco afortunada, si bien no creo que sea completamente gratuita. Aparecen una serie de personajes, secundarios de escasa o ninguna relevancia en la trama, que no pueden sino definirse como singulares en su caracterización de corte surrealista. Lo extraño convive con lo real con una naturalidad pasmosa. ¿O acaso debiéramos desconfiar de la presunta objetividad de lo acaecido al protagonista? Después de todo Santiago (que es así como se llama) no se encuentra bien. Padece un trastorno mental de tipo esquizoide y se halla bajo medicación. O puede que su problemática sea una manifestación más del sentimiento de culpa que arrastra.
Lo cierto es que a veces da la sensación que todo no es más que una construcción del subconsciente de Santiago. Sus necesidades dan forma a lo que le rodea, si bien en última instancia parece que él mismo se niega sus propia redención. Encuentro esta idea interesante, ya que puede dar lugar a una interpretación cristiana de la culpa a la que invariablemente se asocia el castigo. Iconografía cristiana no falta, desde luego, con ese Día de Muertos mexicano que está presente en una escena de funesto presagio, y en cuyo transcurso Santiago rechaza una mano que le ofrece la tan ansiada redención. Quien se la tiende, el amor.
Varios son, en mi opinión, los puntos hubieran mejorado mi impresión de Pinche Mundo:
Para empezar, a mí me resultó imposible conectar con Santi; no pudo ganarse ni mi simpatía ni mi complicidad. Lo peor es que al final casi me daba igual que le pasara esto o lo otro. Y claro, algo así afectó a mi lectura del tebeo.
Por otro lado, he encontrado tanto escenas como personajes superfluos, de escasa , si no nula, aportación a la historia. Algunas de esas escenas, de hecho, en tanto que de poca significación en el desarrollo de la acción, pueden incluso cortar el ritmo de la narración. Y que conste que con esto no me estoy refiriendo a aquellas escenas que, aunque desvinculadas de la trama principal, sí que son significativas en tanto aportan un matiz informativo destacable, ya sea a nivel argumental como de ambientación (estoy pensando ahora mismo en la visita que Santi efectúa a un curandero nativo). Pero el resultado general no es, a mi juicio, satisfactorio. La historia se ve lastrada por situaciones y secundarios que no vienen a decir nada interesante (o que cuando dicen algo es un tópico) lo cual es una verdadera lástima porque la idea central en torno a la cual gira toda la acción sí que posee interés.
Y aun es más sangrante el hecho de que se den situaciones potencialmente explotables de las que no se saca provecho. Así, por ejemplo, el grupo de personas que siguen a Santi a donde quiera que va. ¿Quiénes son? O mejor, ¿qué representan? Es plausible que encarnen el concepto de culpa que corroe a Santi. Su constante, etérea presencia podría respaldar esta idea, pero ¿acaso una aclaración en torno a su identidad no ayudaría a profundizar en la caracterización del protagonista? Quizás así acabáramos por sentir algo hacia Santi.
Entre medias, el final. Un final original y sorprendente en caliente, pero que luego, al reflexionar sobre lo que hemos leído, acaba perdiendo ese carácter, porque la suya es una originalidad en relación al momento de la historia y no cosustancial. Con este palabro lo que quiero decir, (con tino o desatino debiera decirlo quien lea estas líneas, si es que todavía hay alguien leyendo) es que no esperamos semejante desenlace, si bien éste es un final que, iniciada la digestión del cómic, no tiene nada de original o novedoso.
Pero no me gustaría cerrar esta reseña dando una impresión del todo negativa. Mi reacción en parte se debe a algunas recomendaciones que había leído por ahí que habían alentado mi interés por el cómic. Líneas que hablaban, por ejemplo, de la extraordinaria caracterización del escenario en el que transcurre la acción, México. Me habréis de disculpar, pero después de leído el tebeo todavía no acabo de ver a qué se refiere esta declaración. Es más, creo que primero habría que concretar el tema de la localización: ¿Es México o su zona fronteriza con los States? Y por lo que respecta a la caracterización de ese país nunca excede en importancia o viene a destacar especialmente frente a lo verdaderamente importante, o sea, la historia.
La conclusión que me gustaría extraer es que Pinche Mundo es una especie de road movie con reminiscencias lynchianas (Lost Highway o su reciente Inland Empire) con un potencial que, desafortunadamente, no es aprovechado. Sus virtudes, entre las que incluiría una concepción gráfica coherente con el tema principal del cómic, se ven eclipsadas parcialmente por una ejecución fallida.

Pinche Mundo,
Kike Benlloch y Diego Blanco
(Polaqia
, septiembre de 2007).
76 páginas. B/N.
PVP: 9,50 euros.

El cadáver y el sofá, de Tony Sandoval





Pocos cómics consiguen lo que este El cadáver y el sofá. Transportar al lector en un viaje imaginario capaz de despertar ecos en su memoria, recordándole lo que significa ser, de nuevo, adolescente. A qué huele el verano, la mejor estación del año, sin duda alguna, si cuentas con la suerte de estar en esa edad. Todo ese cúmulo de incomprensibles sensaciones, ya sean excitantes, agradables como amargas, que se apoderan de uno al conocer a ese alguien especial que viene a iluminar con su sola presencia el tedio al que puede verse abocado el ocio en esos largos días de verano. Y aunque todo ello forma parte de nuestros recuerdos más íntimos, esta obra de Tony Sandoval se erige en catalizadora y precipitadora de los mismos, lo cual, como digo, no es fácil.
En El cadáver y el sofá leemos de cómo Polo conoce a Sophie. Sophie no es como ninguna chica a la que haya conocido anteriormente. Para empezar, siente una peculiar obsesión por los hombres lobo, y no cree que el que Polo diga que los defectos hacen que las cosas sean más interesantes signifique que sea un tío raro. Pronto ambos congenian, y Polo acaba descubriendo en Sophie su primer amor.
Pero el que en principio se prometía un aburrido verano acaba convirtiéndose en toda una aventura al encontrar Polo, por casualidad, el cuerpo de Christian, un chico que había desaparecido recientemente, y cuya muerte puede estar relacionada con un sofá abandonado, desde el cual nuestra pareja protagonista asiste al proceso de descomposición del fallecido al tiempo que empiezan a hacerse preguntas sobre su muerte. Quién sabe, quizá tenga algo que ver con ese lobo al que han visto rondar por las inmediaciones…
A pesar de lo que pueda aparentar, el cómic no se queda en una mera trama de misterio, sino que explora, en paralelo, la relación de Polo y Sophie a lo largo del verano. Es interesante constatar cómo se nos presenta esta relación, cuyo curso puede conectarse simbólicamente con elementos pertenecientes tanto a la trama como a la ambientación. Pienso, por un lado, en la figura del lobo y en el cadáver del infortunado Christian, mientras que por otro me gustaría resaltar el papel que desempeña el mismo verano, cuyos cambios de tiempo parecen concebidos como un indicador más del humor de los personajes participantes en la escena, a la par que ayudan a definir el curso de la acción.
Independientemente de estas consideraciones, donde el factor personal resulta esencial en su identificación (si bien creo oportuno afirmar que contribuyen muy sólidamente a la concepción global de la obra), la trama es cautivadora, atrapando al lector nada más leer las primeras páginas, y no creo poder decir nada en contra del ritmo narrativo, el cual se me antoja como perfecto. ¿Exagero? Bueno, cuando lees un cómic y no sólo te da la sensación de que todo lo que lees está ahí por algo sino que además no te das ni cuenta y ya te lo has acabado de leer… Si resulta que te pasa esto yo diría que sí, que el ritmo del tebeo es perfecto, no?
Gráficamente El cadáver y el sofá es otro acierto. Tony Sandoval tiene un estilo tan personal que, cuando vi este volumen en mi librería favorita me recordó algo vago, indefinido: Había leído algo antes de este autor y no me acordaba el qué. Pronto salí de dudas. Había sido Johnny Caronte y El revólver, lectura que todo sea dicho de paso no me acabó de convencer.
Dos son los principales elementos que me gustaría destacar del aspecto visual de la obra, dejando a parte las apreciaciones subjetivas que puede sugerirme el estilo del autor: Imaginación y Color.
Sandoval nos regala bellas imágenes, imaginativos hallazgos de claro contenido metafórico. Los sueños que tiene Polo con Sophie son un ejemplo paradigmático (capítulo cuarto, Sueño con lobos).
La aplicación del color está en consonancia con el objeto retratado, reflejando el paisaje y las distintas cualidades atmosféricas con gran efectividad, alternando escenas a color con otras a dos tintas.
Sólo se me ocurre un “pero” que ponerle a este soberbio El cadáver y el sofá, de Tony Sandoval, y es algo que no está directamente relacionado con la obra sino con los imperativos editoriales: Su precio, 20 euros. Ahora bien, creedme cuando os digo que son de los 20 euros mejor gastados en la compra de un cómic que haya hecho. Palabra!