sábado, 25 de julio de 2009

La isla de nunca jamás, de Javier de Isusi



A veces, el discípulo supera al maestro. Como con Javier de Isusi y Hugo Pratt. Vasco y Corto Maltés.
En La Isla de Nunca Jamás, Javier de Isusi retoma las aventuras de su consumado viajero, Vasco, en busca de su amigo Juan, desaparecido años atrás en tierras latinoamericanas. La última vez que nos cruzamos con el bueno de Vasco fue para conocerle, recién llegado a Chiapas. Vasco lucía una mirada escéptica, a través de la cual pudimos conocer, un poco mejor, la realidad de aquellas tierras. Fue en La Pipa de Marcos, novela gráfica con la que descubrimos a Javier de Isusi, un joven arquitecto que un buen día decidió que lo suyo era contar historias con viñetas.
Una decisión acertada viendo los frutos que ha dado lugar su trabajo.
En esta nueva entrega, Isusi lleva a nuestro héroe hasta Nicaragua, concretamente a Ometepe, una isla situada en el lago Cocibolca, y que da título a la obra. La elección de éste no es gratuito, ya que el cómic comparte con el Peter Pan de James M. Barrie una misma estructura narrativa. Tanto los personajes de esta novela juvenil como los episodios de los que se compone hallan su reflejo en el tebeo que tenemos entre manos, sólo que adaptándolos a la realidad nicaragüense. Así, tanto Peter Pan como los niños perdidos son niños de la calle, mientras que el papel de villano que el Capitán Garfio desempeña en el clásico recae aquí en el director de un centro infantil de acogida subvencionado con dinero extranjero proveniente de apadrinamientos, cuyo nombre, Holly Roger, tiene reminiscencias piráticas (la Jolly Roger es un diseño de bandera pirata). Los paralelismos que pueden hacerse entre ambas obras son numerosos, no sólo en lo concerniente a personajes (el fundador de la institución, por ejemplo, es el reverendo Roger Hooker, al que curiosamente le falta una mano, como al malvado Garfio -Hook-), sino también en lo relativo a las situaciones en las que se ven envueltos (así, la escena en la que el alter ego de Peter, Chico Corto, le pide a Wendy, aquí una chica francesa que trabaja en una cooperativa agraria, si puede ser su mamá). Pero Isusi no se ha quedado aquí, no, sino que, como dice en una entrevista publicada en el blog Entrecomics, su idea era seguir una estructura narrativa paralela a la de la obra de Barrie.
Pero las referencias van más allá de la novela Peter Pan, si bien ésta constituye la base de la historia que nos cuenta el autor bilbaino. En La Isla de Nunca Jamás encontramos un episodio que nos remite a El Principito de Saint-Exupery, y me atrevería a decir que la cita de Mark Twain que abre el cómic no sólo alude al escenario en el que se desarrollará la acción, Ometepe, sino que los planes de Tom Sawyer, uno de sus personajes más conocidos, pueden verse correspondidos con los de Chico Corto.
La obra está impregnada de un sentido de lo maravilloso que usualmente vinculamos a la infancia. Parece como si Isusi quisiera arrastrarnos a este estadio vital que hemos dejado atrás con los años, a fin de abandonar, aunque sólo sea por el breve instante que dure la lectura, todo ese conjunto de valores que vamos adquiriendo a medida que nos hacemos mayores. Digamos que lo que nos quiere decir el autor es algo así como ¡Quitémonos todas las máscaras que nos ponemos de adultos e intentemos volver a ver con la mirada de un niño!
El elemento fantástico es omnipresente, impregnando el conjunto de la obra, ya sea en forma del referente constituído por la obra de Barrie como en una parte constitutiva del carácter del pueblo retratado. La realidad indígena queda atestiguada, no sólo en los recientes hechos históricos a los que se hace alusión, sino también en una tradición narrativa oral a reivindicar, donde la fantasía ocupa un lugar preeminente, de cuyo ejemplo Isusi nos brinda Flores en el Viento, una excelente historia corta guionizada por Luciano Saracino que encontramos al final del cómic.
Da gusto encontrar en el cómic cómo conviven a la perfección distintas modalidades narrativas que se corresponden con grafismos también diferentes. Tan pronto estamos ante un cómic de línea clara, como pasamos a un relato de corte legendario narrado haciendo uso de un figurativismo propio del arte indígena, como luego Chico Corto nos cuenta la historia de su vida con un estilo gráfico naive que nos remite directamente a nuestra infancia. La transición es envidiablemente fluída, de forma que el lector no ve entorpecida la lectura de forma alguna.
Decía al principio de estas líneas que, en mi opinión, Isusi había superado a su maestro. Porque el Corto Maltés de Hugo Pratt es el referente primero del Vasco de Isusi. Ahora bien, esta Isla de Nunca Jamás me la creo, a diferencia de lo que he leído del autor italiano. Corto posee un potencial simbólico que le coloca (reitero lo personal de esta afirmación) por encima del contenido de sus historias. Éstas son el punto flaco del personaje, lo cual es una verdadera lástima, algo que, afortunadamente no sucede en las aventuras protagonizadas por Vasco. El ritmo narrativo es el adecuado para no perder al lector por el camino, cosa que no creo que se pueda decir a grosso modo de los álbumes del maltés.

En definitiva, La Isla de Nunca Jamás constituye un buen compendio de las mejores virtudes que podemos encontrar en un cómic de aventuras que va más allá de los tópicos del género, abriéndose a diversas lecturas donde tienen cabida desde una voluntad documental no exenta de crítica, aspecto que ya encontrábamos en la anterior entrega de Los Viajes de Juan Sin Tierra, La Pipa de Marcos, a la afirmación de una concepción vital donde fantasía y humor son imprescindibles para enfrentar el día a día. ¿Para cuándo la tercera entrega?

0 comentarios: